jueves, 7 de abril de 2011

Jubilación

Miré mis manos manchadas y alcé los ojos al cielo, no, no había sangre en mis manos. Era sangüa. La negra sangüa del olivo, y le di las gracias a Dios por poder valerme de ellas para poder ganarme el pan. Y también le dije:
-Señor, ¿cuánto tiempo estarán mis manos negras y grasientas de sangüa?
No me respondió pero si me oyó. Yo sé que lo hizo. Y quizá me respondio y yo no lo escuché.
Pero finalmente el ministro de justicia e igualdad habló por Él y dijo:
-Hasta los 67, si yo quiero.
Y contento y feliz por haberme hablado le di las gracias de nuevo.



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